En los primeros años del siglo pasado, llegó don José María Fernández, un gallego almacenero que instaló aquí un gran almacén de ramos generales al que llamó El Progreso, previo a la fundación de la localidad. Tenía características propias de esa época: un salón de venta importante con un largo mostrador, en las paredes un largo mueble de madera con divisiones en los que se exhibía la mercadería. Tenía corralón, venta de combustibles, postes, maderas y un completo almacén donde se vendían comestibles, ropa, artículos de bazar, el correo para las estancias, artículos de primeros auxilios, fiambres, bebidas y en los primeros años también tuvo despacho de bebidas. Cabe destacar que en esa época los productos se vendían “a granel” por lo que lo habitual era que el almacenero introdujera una pala con la que los extraía y los iba vertiendo en un sobre de papel y se vendía al peso. Desde allí salían los carros cargados de mercadería hacia las estancias que eran sus principales clientes y donde el personal tenía su libreta que arreglaba con cada pago. El comercio contaba con surtidores para despacho de combustible de la marca ESSO.
Luego de Fernández, el almacén fue adquirido por Franco y finalmente su último dueño fue Amilcar Silla que, junto a su esposa y hermana, siguió con el almacén por un período aproximado de cincuenta años, aunque cediendo paso a otros estilos de venta.
Luego de más de cien años de actividad, El Progreso cerró sus puertas definitivamente el 31 de marzo de 2006.